Marca
La marca personal no es fama, pero a veces se disfraza de ella

Usted no tiene que salir bailando en Instagram, ni contar sus traumas en una story con fondo de atardecer, para tener marca personal. Ni falta que hace. Pero hay algo aún más inquietante que esa sobreactuación: creer que construir marca personal es una opción, cuando en realidad es una responsabilidad. No hacia el algoritmo, sino hacia su propio reflejo.
La marca personal no es una selfie con frase inspiradora. Es la suma de sus acciones, sus omisiones, sus desaciertos públicos y sus silencios bien puestos. No tiene que aspirar a ser influencer, pero sí tiene que evitar volverse irrelevante por miedo a mostrarse.
Y ojo, porque la invisibilidad también comunica. La pasividad es un tipo de posicionamiento: uno que habla de desconexión, de indecisión, de una ausencia que a veces huele más a inseguridad o miedo a intentarlo que a humildad.
Volvamos a lo esencial: esto es lo que realmente importa
Sí, hay listas. Y esta tiene cinco puntos. No porque las listas sean mágicas, sino porque, al menos por un momento, nos hacen sentir que tenemos control sobre el caos. Pero lo que viene a continuación no son tips para volverse viral, ni mandamientos para sonar interesante en una entrevista. Son los cinco ejes que marcan la diferencia entre tener marca… y tener perfiles mudos o, peor, esquizofrénicos: esos que opinan de todo, todo el tiempo, pero no dicen absolutamente nada.
1. Propuesta clara (no confundir con “¿a qué te dedicas?”)
“Soy experto en marketing” es como decir “respiro oxígeno”. Es un dato, no una propuesta. La claridad no es repetir el cargo de LinkedIn, es poder responder con precisión y sin nervios: ¿qué problema específico resuelve usted? ¿Para quién? ¿De qué manera lo hace diferente a los demás?
Y, sobre todo, ¿por qué alguien debería prestarle atención?
Una marca sin enfoque no es humilde. Es confusa. Y lo confuso no inspira confianza, solo genera más scroll.
Como Camila, que trabaja en marketing digital y no repite el mantra anestésico de “el cambio es la única constante” cada vez que Meta lanza una nueva funcionalidad que perjudica a las pequeñas marcas. Ella dice las cosas como son: “Esto no es innovación, es abuso de posición dominante. Y alguien tiene que decirlo sin miedo a perder una colaboración”. No tiene mil likes, pero tiene respeto. Y en este negocio, eso es capital.
2. Valores firmes (y no los que dan likes)
Los valores no son palabras bonitas colgadas en la recepción de la oficina. No son “empatía”, “resiliencia” y “liderazgo” en tipografía cursiva sobre una foto de montaña. Son elecciones incómodas, decisiones difíciles y conductas sostenidas incluso cuando nadie está mirando.
Los valores no se encuentran. Se construyen. Se tallan en los días duros. En lo que hace usted cuando no le conviene.
Predicar uno y practicar otro, además de hipócrita, es de mal gusto. Y lo de mal gusto, usted sabe, se nota a kilómetros, en el mundo digital… y aún más en el terrenal.
Como Fernando, psicólogo que habla de salud mental sin disfrazar la ciencia de autoayuda. No romantiza diagnósticos ni convierte la depresión en una estética. Habla con respeto y con datos. Educa, no explota.
3. Coherencia diaria (no una racha de buenos posteos)
La coherencia no se mide en posteos bien editados, sino en lo que hace cuando no hay celular grabando. Usted puede sonar brillante en un podcast y al día siguiente ignorar a su equipo. Puede publicar sobre liderazgo consciente y después castigar el error ajeno con sarcasmo pasivo-agresivo.
La marca no es lo que usted dice. Es lo que su entorno siente cuando usted entra a una reunión.
Lo demás es acting. Lo demás es una campaña que tarde o temprano se cae.
Como Martina, que predica bienestar laboral y lo aplica: no hay correos suyos después de las 6 p.m., ni siquiera para decir “es rápido”. Porque si uno va a hablar de equilibrio, más le vale empezar por respetar el tiempo ajeno.
4. Dar la cara (sin necesidad de hacer show)
Ser visible con criterio no significa opinar de todo, ni aparecer cada dos horas con una frase de sabiduría prefabricada. Significa aparecer cuando importa, con una voz informada, firme, propia. No con frases recicladas ni con estadísticas de consultoras que también opinan sobre cómo dormir mejor.
El liderazgo no es volumen. Es presencia. Es saber cuándo hablar… y también cuándo callar para no hacer el ridículo.
Como Andrés, director de una empresa de salud que enfrentó una crisis de reputación tras una campaña mal planteada. Mientras otros sugerían “esperar a que el escándalo pasara”, él salió públicamente, sin vocero ni intermediarios, a reconocer el error, explicar lo ocurrido y asumir la responsabilidad. No delegó en el community manager. No culpó al algoritmo. Dio la cara. Y en una época donde todos se esconden tras un comunicado, eso vale más que cien campañas bien hechas.
5. Comunicar con sentido (aunque el algoritmo lo castigue)
Aquí viene la parte incómoda: el sentido no se hereda, no se compra en cursos de storytelling, no se improvisa. Se construye con claridad de visión y con disciplina diaria. Y sí, muchas veces el algoritmo no lo premiará.
Pero es mejor tener algo que decir que solo tener algo que publicar.
El contenido con sentido no busca likes o followers: busca emoción, conexión y atención. Y eso, en tiempos de saturación digital, es casi subversivo.
Como Valeria, influencer de maquillaje que no hace tutoriales de 15 pasos para “transformarse”. Enseña a cuidar la piel antes de cubrirla, y a elegir productos accesibles. No acepta cualquier patrocinio: si no se lo pondría en la cara a su hermana, no lo muestra. Por eso, la siguen menos marcas… y más personas que no quieren parecerse a nadie más.
No es vanidad. Pero cuidado: a veces se pone la misma ropa
Construir una marca personal no es narcisismo. Es una respuesta urgente en un mundo donde los títulos suenan igual, los logros se confunden con poses perfectamente ensayadas, y las oficinas están decoradas con las mismas frases motivacionales en acrílico: “Hazlo con pasión”, “Sé la mejor versión de ti mismo”, “Aquí no hay problemas, hay oportunidades”.
(Si ha leído esas frases y pensó que suenan razonables… quizás ya esté en peligro de volverse indistinguible.)
Su reputación no es un accesorio. Es la base sobre la que se sostienen sus decisiones, sus relaciones, sus oportunidades. Y si usted no la trabaja, otros lo harán por usted. Y cuando otros lo hacen, casi siempre lo hacen mal. O peor: lo hacen plano.
Usted puede empezar hoy. Con intención. Con honestidad.
Sin luces, sin aros de iluminación, sin el fondo borroso de Zoom.
Porque su marca personal no es sobre visibilidad.
Es sobre dirección.
No es sobre hablar más.
Es sobre dejar de esconderse.
Y sí, la marca personal es trascendente.
Porque si usted no la toma en serio, el algoritmo lo hará por usted.
Lo estudiará. Lo categorizará.
Lo pondrá en una caja.
Y esa caja, por lo general, dice:
“irrelevante” — otro número más en los millones de usuarios que lo rodean.